UNA MITOLOGÍA DE LA DERROTA

Getafe eliminado por el Bayern en la copa de la UEFA: Casi 300

En la batalla de las Termópilas, y según cuenta la leyenda, 300 espartanos sucumbieron al enfrentarse con éxito a un ejército persa infinitamente superior en número de efectivos y armamento.

La abominable película de Zack Snyder, basada en el cómic de Miller, volvió a actualizar el mito a través de un discurso tan execrable como el guión de la película. Pero lo que cuenta aquí, para lo que nos interesa, es el relato mítico.

Anoche, en un escenario también de combate y lucha desigual, estuvimos a punto de asistir a una nueva concreción de esa leyenda áurea: la de un teóricamente débil David derrotando a un supuesto Goliat muy superior en potencia y fuerza.

Pero en ese escenario de tragedia, victoria y derrota también entran en juego otros factores menos previsibles. El Destino, sí, aunque siempre matizado por la incertidumbre de lo inesperado, ese inopinado acontecimiento capaz de echar por tierra todo el esfuerzo acumulado hasta ese instante en que, por fin, los guerreros están a punto de rozar la gloria del triunfo total.

Un error incomprensible, de cuyos motivos ocultos nada podemos saber o adivinar, dio al traste con toda esa aterradora y feral epopeya construida y llevada al límite mismo de lo soportable. Un resbalón en el momento crítico del disparo, unas manos blandas en el justo instante en que de deberían de haber atrapado con seguridad un balón bombeado al área carente de peligro, una clamorosa falta cometida por el "Jerjes" teutón obviada por una justicia indiferente. .. Fatum del que uno no puede escapar aunque lo desee con todas sus fuerzas porque en ese teatro del absurdo el sueño más terrible se convierte en irrevocable realidad.

Con un combatiente menos sufriendo el asedio continuo de las hordas bárbaras. Casi 300, casi la gloria homérica, casi leyenda, casi.

Getafe pierde la final de la Copa del Rey contra el Valencia: El Sueño de Casandra (16/04/2008)

Es complicado analizar con cierta objetividad lo ocurrido en el seno del Getafe. En menos de una semana ha sido apeado de una competición que le prometía una gloria reservada para viejos conocidos del no menos añejo continente, y de otra que ya le auguraba una conquista prácticamente segura. Si bien, tras haber hincado las rodillas abatido por el ogro germano, el humilde Getafe extrajo una reserva de esperanza apelando a algo tan ilusorio como "la justicia histórica", ayer quedó perfectamente demostrado que (amén de la falsedad de dicha hipótesis de supuesta y merecida equidad), de existir, tales dictados refieren una concreción práctica tan impredecible como insondable.

Mi punto de vista se refuerza con lo dicho el día anterior tras la dolorosa eliminación sufrida contra el Bayern. Me gusta pensar que los dioses al final sólo consideran como elegidos a aquellos que mueren jóvenes. Y me gusta también utilizar aquí un texto que también me servirá para afinar una futura crítica de cine, pero que viene perfectamente al caso que nos ocupa. Se trata de la tradicional querencia por una particular conceptualización del sufrimiento a modo de carburante transformador de la existencia.

Un gran escritor, ya de culto, como lo es el nipón Haruki Murakami lo plantea de esta guisa en su magnífica novela "Kafka en la orilla". Según Murakami el protagonista de la tragedia griega es elegido por el Destino no por sus defectos sino precisamente por lo contrario, por disponer de una batería estupenda de virtudes incomparables. De ahí se deriva una particular ironía que nos subyuga todavía a los lectores/espectadores actuales: esa ironía lleva a profundizar en el conocimiento de uno mismo, otorgando así una esperanza universal más allá del propio destino individual. El héroe trágico, por tanto, crecerá indefectiblemente en su individualidad. Pero la clave es la siguiente: la tragedia proporciona un mecanismo para el logro de ese crecimiento hacia la sabiduría, crecimiento que siempre vendrá constituido por esa ironía basada en la contradicción entre el fatum y la propia valía personal: ese mecanismo no es otro que la metáfora (la metáfora edípica por ejemplo). Así que, por comparación, podríamos considerar al Getafe como ese héroe trágico cuyo doloroso autoconocimiento nos otorga la esperanza de llegar a comprender algo de ese aciago destino que a todos nos aguarda, sus razones más profundas, sus vericuetos más oscuros e inabordables, y la de Casandra como la metáfora más apropiada para subrayar la inconsciencia con que se desoyó la maldición pronunciada por el Señor del Reino ("deberá ganar aquel que haya perdido" o retraducida: "sólo se puede ganar de verdad si se pierde"). Un particular vía crucis que ha de procurar a quien lo sufre una catarsis liberadora y capacitadora, lo cual le predispondrá una vez más para lidiar con el perverso juego de los dioses.