Una semana más con la mente activada gracias a las inquietudes que nos viene provocando la enigmática e intrincada relación que acostumbran a mantener de continuo el tiempo que fue, el que es y el que tal vez será, lo cual no resta ni un adarme de interés a lo que podría constituirse en una fenomenológica suspensión de la sucesión de los momentos a la caza, siempre sin ánimo de dolo, de una efímera eternidad condensada en un inaprensible instante que al ser, mientras es, ya ha dejado de ser. Cabe preguntarse entonces: ¿existe el presente o ese nombre sólo corresponde a la imaginaria captura que tratamos de realizar de un devenir incesante en que siempre nos deslizamos dentro de un inexorable desfase?
El otro día, mientras conversaba con mi querido amigo y gran psicoanalista Jorge Marugán Kraus, y hojeaba con admiración y creciente curiosidad la que dentro de pocos días presentará como Tesis Doctoral en un tribunal presidido por personalidades tan importantes dentro del mundo psicoanalítico nacional e internacional como sin duda son Eduardo Chamorro, Gerardo Gutiérrez y Carlos Gómez entre otros, acudían a mi cabeza algunas cuestiones relacionadas precisamente con la presencia de los acontecimientos pasados en incontables sucesos y decisiones de nuestro cotidiano presente. Si algo quedó claro con la llegada de la revolución psicoanalítica, con todo el componente subversivo y amenazante para el orden social que las teorías freudianas, como muy bien sabía el propio Sigmund Freud a su llegada a Nueva York acompañado de su por aquel entonces discípulo Carl Gustav Jung, es que el presente ofrece incesantemente claves desencadenantes a partir de las cuales puede irrumpir el pasado (retorno de lo reprimido) para ser resignificado una vez más desde los nuevos significantes aportados por el tiempo presente. El pasado sigue siendo determinante porque también las representaciones del inconsciente animadas por las fuerzas pulsionales tratan continuamente de manifestarse y descargar los afectos que permanecen por alguna razón ligados a ellas. Lo traumático, el suceso ominoso y siniestro del trauma no sólo se esconde en el hecho en sí sino en la resignificación a que se ve sometido el acontecimiento desde las claves interpretativas que puede ofrecer el tiempo presente. ¿El Tiempo es tiempo o es a la inversa?
A veces uno desearía enfrentar la solidificación de todo ese magma fluido que nos deteriora e involuciona orgánicamente hablando a cada instante que pasa y nos abandona, dejándonos la huella irreversible de su paso en el cada vez más ajado rostro que cada mañana nos mira desde el otro lado especular con una mueca de cruel ironía. Envejecer. ¿Cómo detener el imparable transcurso de las Horas? ¿Cómo fijar el devenir en un Espacio inmóvil?
Recupero a guisa de improvisada solución las palabras del maestro Mozart que a su vez tomo directamente de la cita que de ellas realiza Javier Palacio en su encomiable artículo “Un Mozart sinuoso y profundo”. Aquí están las transcripciones de una mente realmente maravillosa: “De viaje, en coche, o después de una buena comida, de paseo, o de noche, cuando no puedo dormir, es cuando me asaltan las mejores ideas, cuando surgen en abundancia. Las que más me gustan las conservo en mi mente, canturreándolas para mis adentros, o al menos eso dicen los demás. Cuando tengo eso en mi interior el resto viene con rapidez, una cosa después de la otra, viendo dónde podría utilizar tal fragmento para hacerme una composición de conjunto según las reglas del contrapunto, los timbres de los diversos instrumentos, etc. Mi alma se enfervoriza, por lo menos cuando nadie me interrumpe; la idea crece, la desarrollo, todo va aclarándose cada vez más, y realmente la pieza está casi acabada en mi cabeza, por larga que sea, de manera que luego puedo, de una sola mirada, verla mentalmente como un cuadro hermoso o una bella escultura; con esto quiero decir, que, en mi imaginación, no oigo en absoluto las parte una tras otra en el orden en que se sucederán, sino que las oigo todas a la vez. ¡Deliciosos instantes! Descubrimiento y puesta en práctica, todo se produce en mí como en un hermoso sueño, muy lúcido. Pero lo más bello es poder oír todo eso a la vez”.
El inconmensurable talento de Amadeus le posibilita la percepción en un solo vistazo mental de toda la composición musical, sus armonías, ritmos, tonalidades, estructuras superficial y profunda, el cromatismo, la expresividad, etc. ¡Pero todo ello entrelazado, interrelacionado, armado en una estructura que es móvil y fluye a lo largo y ancho del tiempo! ¿Algo mágico o simplemente divino? A mí sólo se me ocurre pensar en un suceso extraordinario e incomprensible desde nuestro limitado punto de vista perceptual: la detención del Tiempo dentro de un Espacio armónico: la conquista de la Eternidad.
Esa luz también se mueve para quedar definitivamente, algún día, fija dentro del escenario de nuestra mente. Actúa de polo atractor sobre ciertos pensamientos y numerosas representaciones que de otra forma quedarían sepultadas para siempre bajo un oscuro manto de desconocimiento. Lo que no se hace consciente termina por hacerse Destino, como acertadamente nos señaló Jung. ¿Cuál será el de todos aquellos sonidos, el de todas las infinitas obras, el de todos esos subterráneos pensamientos que jamás han asomado a la claridad de la consciencia o que simplemente no han entrado todavía en el foco iluminador y selectivo del lenguaje? Un sonido o un signo en que depositar, concentrándola al máximo, toda la actividad del alma durante la eternidad de un efímero instante…