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Nieto de Ramsés I e hijo de Seti I, se cree que Ramsés II no había sido el primogénito del faraón, sino que tenía un hermano mayor cuyo nombre no ha perdurado. Pero su padre quiso asegurar la sucesión en vida designándole heredero y vinculándolo al poder en calidad de corregente. Al joven príncipe le fue otorgado entonces un palacio real y un importante harén, y debió acompañar a Seti en las campañas militares emprendidas para sofocar las rebeliones en Palestina y Siria. También lo secundó en la guerra contra los hititas que habían ocupado los territorios de Siria.
De modo que cuando en 1301 llegó al trono, poseía ya una vasta experiencia militar, a pesar de su extrema juventud. Al nacer había recibido el nombre de Ramsés -II que ha conservado la historia-, y en la ceremonia de coronación, además de recibir el cetro y el látigo (las insignias sagradas destinadas a introducirle en el rango de los grandes dioses), le fueron otorgados cuatro nombres: «toro potente armado de la justicia», «defensor de Egipto», «rico en años y en victorias» y «elegido de Ra». A partir de ese momento su vida fue la de un rey-dios, hijo de dioses, objeto de culto y adoración general. Fue un faraón tan absoluto como su padre y llegó a identificarse con Dios más que los gobernantes anteriores. La distancia que lo separaba del pueblo era aún mayor que la de Keops.
Ramsés y Nefertari
Comenzó su reinado con el traslado de la capital desde Tebas hasta Tanis, en el delta, a fin de situar la residencia real cerca del punto de mayor peligro para el imperio, la frontera con Asia. Sus primeras campañas militares se dirigieron a recobrar las fértiles tierras de «entre ríos», en los valles de los ríos Tigris y Éufrates, y ya en el cuarto año de su reinado comenzaron las incursiones por Asia. La primera de ellas tuvo como objeto someter Palestina, a fin de obtener una base de operaciones que le permitiera invadir Siria, tal como había hecho su padre con relativo éxito. Al año siguiente, los hititas allí instalados le dejaron avanzar hasta el río Orontes, a los pies de las murallas de Kadesh, donde fue cercado por el ejército enemigo. Creyendo haber ganado la batalla, los hititas intentaron el asalto al fortín del faraón para repartírselo. En medio de la confusión, Ramsés cargó contra ellos y transformó la derrota en una relativa victoria. Su hazaña en Kadesh se cantó en una de las muestras más brillantes de la poesía épica egipcia: el Poema de Kadesh, profusamente grabado en los templos.
Trece años después de la batalla de Kadesh, en 1294, logró firmar un tratado de paz, el primero del que se tiene noticia histórica, con el rey hitita Hattusil. Dicho tratado se vio reforzado una década más tarde merced a los sucesivos matrimonios de Ramsés con dos hijas del rey.
Consolidadas las relaciones entre ambos imperios y apaciguados los problemas de fronteras, la gestión de Ramsés dio a su reinado la imagen de esplendor legada a la posteridad. Dada la prosperidad del país, se supone que fue un administrador competente y un rey popular: su nombre se encuentra en todos los monumentos de Egipto y Nubia. Su instinto lo llevó a convertirse en el «rey constructor» por excelencia: engrandeció Tebas, completó el templo funerario de Luxor, erigió el Ramesseum, terminó la sala hipóstila de Karnak e hizo importantes reformas en el templo de Amenofis III.
Su familia comprendía varias esposas: la primera y quizá favorita fue Nefertari, que murió tempranamente. Otras reinas fueron Isinofre, que le dio cuatro hijos -entre ellos Merenpta, el sucesor-, y las princesas hititas Merytamun y Matnefrure. El faraón poseía también un vasto harén y se dice que en su larga vida llegó a tener más de cien hijos.
A su reinado corresponde, según sostienen algunos historiadores, el primer «éxodo» de los judíos. Ramsés el Grande, tuvo, por otra parte, un destino extraño: su existencia fue tan larga que sobrevivió a muchos de sus descendientes, entre ellos a su hijo favorito Khaem-uaset, reputado mago y gran sacerdote de Ptah. Murió casi centenario y su momia, descubierta en 1881, es la de un hombre viejo, de cara alargada y nariz prominente. Fue sin duda el último gran faraón, ya que sus sucesores, Merenpta y Ramsés III, se vieron obligados a llevar una política defensiva para mantener la soberanía en Palestina. Posteriormente, la decadencia interna habría de terminar con el poder de Egipto más allá de sus fronteras.
1314 a.C. | Ramsés I funda la XIX dinastía. |
1301 a.C. | Ramsés II accede al trono. |
1300 a.C. | Traslada la capital de Tebas a Tanis. |
1298 a.C. | Inicia sus primeras campañas militares en Asia. |
1294 a.C. | Batalla de Kadesh contra los hititas. |
1278 a.C. | Firma de la alianza de paz con el rey hitita Hattusil. |
1271 a.C. | Se inicia la construcción de los templos de Abu Simbel, la tumba de Nefertari en el Valle de las Reinas, su propia tumba en el Valle de los Reyes, el templo de Amón en Karnak y el templo de Osiris en Abydos. |
1262 a.C. | Muere Nefertari. |
1256 a.C. | Finalizan las obras de los templos de Abu Simbel. |
1235 a.C. | A la muerte de Ramsés II le sucede Merenpta. |
El faraón egipcio Ramsés II se erigió como uno de los monarcas más poderosos del mundo antiguo. Durante su reinado, entre 1301 y 1235 a.C., consolidó un gran imperio que se extendió por el nordeste de África y el Próximo Oriente. Su figura fue determinante para consolidar la fascinación por Egipto, evidente desde la antigüedad hasta nuestros días.
El Ramsés militar
Ramsés II fue un militar hábil que supo organizar un ejército potente y eficaz. Su figura pasó a la historia sobre todo gracias a la batalla de Kadesh, en la que los egipcios se impusieron a los hititas. Este destacado episodio bélico fue referido en dos fuentes fundamentales: el Poema de Kadesh -reproducido en varios papiros y copiado en jeroglíficos en los muros de Luxor, Karnak y Abidos- y el informe oficial de la batalla, esculpido en las paredes de los santuarios de Tebas, Abidos y Abu Simbel, entre otros. Ramsés II fue un monarca popular, que llevó la prosperidad a su reino. Por este motivo, su nombre fue grabado en numerosos monumentos de Egipto y Nubia.
Su legado arquitectónico
Sin embargo, el principal legado de Ramsés II a la posteridad fueron las magníficas edificaciones que mandó construir durante su reinado. Los templos que ordenó levantar se encuentran entre los más hermosos del Egipto antiguo. Particularmente bellos son los dos templos excavados en la roca en Abu Simbel. Estas construcciones muestran unas monumentales esculturas que representan, de forma hierática, en el primer caso al faraón y en el segundo a éste con su esposa Nefertari. Ahora bien, éstas no fueron las únicas edificaciones destacables erigidas en época de Ramsés II: el faraón también mandó construir el templo funerario Ramesseum, en Tebas, y el Osireion, en Abidos. De la misma manera, mandó edificar la impresionante sala hipóstila del complejo arquitectónico de Karnak.
En esta selección fotográfica mostramos algunas de las realizaciones faraónicas de Ramsés II. Haz clic en las fotos para ampliarlas.
Templo de Karnak | Estatuas de Ramsés | |
Ramsés y Nefertari | Templo de Abu Simbel | |
Vista nocturna de Abu Simbel | Templo de Nefertari |
En este vídeo se expone la importancia del legado arquitectónico del faraón Ramsés II, bajo cuyo reinado se realizaron construcciones de gran envergadura como el templo de Abu Simbel, excavado en la roca, o, con la misma técnica, el cercano templo de Nefertari. También destaca su contribución al ya existente tempo de Karnak, que hizo ampliar considerablemente, dotándolo de su grandeza actual.
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