Tras la "puesta en abismo" de la democracia representativa motivada por un abstencionismo sindrómico, y haber experimentado una divertidísima y catártica experiencia futbolera (Getafe vs. Osasuna) en compañía de Antonio, amigo íntimo, hombre inteligente y generoso que posee un sentido del humor envidiable y unos conocimientos futbolísticos "serios" que para sí quisieran la mayoría de los supuestos entendidos que emiten a través de la ondas, una semana más en que ofreceros mis humildes y delirantes cavilaciones. No obstante, en mis escrituras culturetas, reflexiones sobre mis caprichos y veleidades, vanamente quisieran algunos lectores exégetas elucidar dogmas que detesto. Es innegable la existencia de una considerable determinación del gusto desde la sociedad y la imposibilidad de escapar a la determinación de la lengua como estructura, que constriñe la expresividad y el significado. En este caso no una lengua a ras del instinto sino más al contrario una lengua plena de retórica y que no toca nada de lo real. Pero también nos surge la duda de cuál expresividad contendría semejante potencialidad telúrica. ¿No es esto en realidad una antinomia de imposible resolución? Tal vez habría que analizar la cuestión partiendo de un particular legado teórico-praxeológico, algo así como el estudio de ciertas acciones de determinados personajes capaces de actualizar proyectos de resonancias míticas. Pienso inmediatamente en la legendaria y oscurecida figura de Alejandro Magno recién actualizada en la pantalla mágica. Si bien el filme de Oliver Stone huye acertadamente de cualquier atisbo de trascendencia soteriológica, aproximándose con cierta voluntariedad a una detectable inmanencia antigua, tal vez en busca del núcleo más negro de la piedad, su voluntarioso intento diluye su propósito al no determinarse a fondo en la confrontación directa con la Muerte. Pero esos tiempos ya fueron y jamás volverán a ser, bien que el eterno retorno de lo mismo oficie de nietzscheano abogado del diablo. Me hundo aun más en mí mismo, reconcentrando mis energías hacia los interiores de mi mente, y se me aparece de repente un maravilloso detalle de El Expolio perteneciente a Doménikos Theotokópulos, El Greco, ubicado en la Sacristía Mayor de la esplendorosa catedral de Toledo, cuya primera piedra fue colocada el 14 de agosto de 1226 (ese mismo año Fernando III reconquistaba Sevilla), prolongándose las obras de su monumental construcción durante más de 260 años, en época del Cardenal Mendoza. Toledo, la rica, la sede más rica durante la Edad Media; bien se encargó de ello el gran rey Alfonso VI en 1086 (la había conquistado un año antes), dotando de grandes riquezas a la mayor diócesis de España.
La magnificencia espiritual del gran retablo de madera de alcerce situado en la Capilla Mayor, y que fuera concluido justo el mismo año de defunción de Isabel la Católica, 1504, nos subyuga y paraliza, haciendo que nos detengamos siquiera más de un instante (el frío arrecia) en algunas escenas dedicadas a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y algunos detalles de su Vida Gloriosa. Concluimos con un furtivo daguerrotipo a la capilla izquierda del Trascoro, precisamente la fundada por el canónigo Nicolás Ortíz en 1510 y que alberga un más que interesante grupo escultórico dedicado al Descendimiento, cuyo pasional efecto parece explicar el nombre de la misma: del Cristo Tendido. Un último vistazo al San Gabriel pintado en el muro de la nave sur (por Gabriel de Rueda en 1638) y salimos apresuradamente hacia la exposición que tiene lugar en el Palacio Arzobispal, que bajo el título de "A imagen y semejanza" trata de recapitular 1700 "años de Santidad en la Archidiócesis de Toledo". Y de nuevo, una vez más, el fabuloso éxtasis estético-espiritual que nos produce otra obra maestra del pintor arriba mencionado: La Santa Faz, aunando de un modo prodigioso en un icono resplandeciente, primorosa y prístina aparición, las dos tradiciones confluyentes en su composición: el Cristo siríaco y el Cristo bizantino.
Nos llama también mucho la atención la numerosa cantidad de versiones sobre un tema tal vez excesivamente recurrente y que no es otro que el referido al ilustre patrón de la ciudad, San Ildefonso (608-667), perseverante defensor de la virginidad mariana ("De Virginitate Perpetua Sanctae Mariae" es su escrito más conocido), por cuyos buenos resultados antiheréticos y redentores fue recompensado, según relato biográfico atribuido al obispo Cixila, por la visita de la mismísima Señora, quien le impuso la casulla objeto de las renombradas representaciones pictóricas hacia finales del año 666, probablemente un 18 de diciembre, justo la fecha a que previamente él había trasladado desde el 25 de marzo la Fiesta de la Asunción. ¿Difícil de creer? Yo tan sólo os remito a las alusiones que sobre el autor de "De Itinere Deserti" harán mucho tiempo después Alfonso X El Sabio, Gonzalo de Berceo, Lope de Vega o el propio Calderón de la Barca… Contemplamos lienzos con el mismo motivo procedentes de Diego de Aguilar , Pedro del Po (1660), el círculo barroco de Juan Carreño de Miranda, Pedro Orrente y Simón Vicente. Por fin le comento a mi amada la gran sensación que me ha producido la anónima traslación pictórica sobre superficie de cobre del grupo escultórico de Gianlorenzo Bernini dedicado a la transverberación de Santa Teresa de Jesús, fechada en el siglo XVII-XVIII. Nos gusta también la extática inexpresividad con que el pintor sevillano y discípulo de Murillo, Francisco Meneses Osorio, supo reflejar el trascendental acontecimiento acaecido a la santa al menos en tres ocasiones a partir del año 1559. Una última representación anónima procedente de la segunda mitad del siglo XVII es la que nos descubre toda la complejidad representacional de la Contrarreforma inscripta en una escena donde se dan cita el niño-Cristo identificado a Cupido, la Virgen sosteniendo una nueva saeta y San José guiando certeramente el tiro apuntado hacia Santa Teresa. La corona que el ángel sostiene sobre el rostro arrobado señala también la voluntad de martirio como forma propicia de alcanzar la gloria.
Y de nuevo las relaciones urden sus escondidas conexiones y se apoderan completamente de todo mi espacio mental. Es ahora el asunto de las reviviscencias tras un largo aprendizaje de asimilación sobre una tradición extraña el que me retorna sobre la enigmática figura del gran pintor cretense. Es excesivamente simplista reducir su obra posterior a 1600 a un mero manierismo contrarreformista puesto que en una obra como la que cité al principio, que se nutre además de un episodio relatado en el evangelio apócrifo de Nicodemo, son evidentes las influencias de la iconografía bizantina y detectables también ciertas estrategias compositivas destinadas a ofrecer una espiritualidad simbólica de claro corte antinaturalista. Es como si cuando ya hubiera sido dueño y señor de todo el lenguaje de la pintura italiana más vanguardista de la época, y sintiéndose arropado por un determinado círculo espiritual toledano de herético talante reformista, el pintor comenzara a dejar traslucir en sus obras casi sin proponérselo toda su "infancia" pictórica más arcaizante, que transmutada y mezclada con las nuevas formas expresivas dio como resultado un arte incomparable, inclasificable e inmortal. Mi devoción por este autor crece pues en proporción de los indescifrables estremecimientos internos que me procura. Esta nueva reflexión nos aproxima hacia otras fronteras de elaboración de los recuerdos. Nuevas Inquietudes que habremos de explorar otro día. La luz se adelgaza progresivamente dejando un negro vacío a su alrededor y ya es una franja incandescente que comienza a aproximar sus extremos. Un punto resplandeciente. PUSH IT CLOSE.
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