Una semana más asaltado por ideas y pensamientos de los cuales lo mejor que puedo destacar es su obstinada insistencia en cuestionar aquellas convicciones que en multitud de ocasiones he dado por zanjadas, mejor dicho, por definitivas. ¿Es posible e incluso deseable tal cosa? ¿Nos está permitido fijar puntos de anclaje desde donde arrojar nuestras sondas de exploración conceptual? Porque, ¿qué es en realidad la realidad que nos rodea, más en concreto, la del otro? ¿Qué es el otro para cada uno de nosotros y qué es en su verdadera esencia? ¿Podemos conocerlo, conocer al otro? Para proseguir con mis delirantes pesquisas pincho sin más dilación el Requiem en memoria de Stasys Lozoraitis del compositor lituano Osvaldo Balakauskas, nacido en 1937 y uno de los mejores exponentes de creador impulsado por la búsqueda de su propio sistema musical. Tanto su específico serialismo como las exploraciones incluidas en lo que ha dado en llamarse "nuevo diatonicismo" le han llevado a generar una nueva tonalidad bien perceptible en el clima musical generado por sus obras más representativas. Retomo la cuestión inicial que nos ocupaba. Y cómo no, mi respuesta es de nuevo otra cuestión que nos lanza hacia nuevos territorios enigmáticos. El "partenaire" como imagen, una pantalla en la que nos proyectamos a nosotros mismos, lo más destacado que creemos nos constituye. El compañero como portador de esa característica indefinible que nos pertenece y encontramos inconscientemente, pues estamos identificados a ella, en sucesivos encuentros afectivos. La pareja de éxitos y desencuentros como prolongación, en fin, de nosotros mismos, de nuestro propio cuerpo en su acepción más fantasmática, es decir, como lo más íntimo que se nos escapa y es capaz de recubrir la realidad del otro.
CLOSER
De Mike Nichols (Berlín, 1931) es la propuesta más actual que estaría representando gran parte de lo que digo. En efecto, el deseo es capaz de cegar en la medida en que la demanda de amor no alcanza el objeto real y ha de separarlo mediante su fantaseo constante, su construcción, su reconstrucción a través de la proyección de las imágenes personales de unos en otros, o lo que es lo mismo, cuatro personajes atrapados en la asfixiante proximidad de sus anhelos y temores más recónditos, lo que incrementa sin descanso su destapamiento a la mirada del otro, ofreciéndose al escudriñamiento devorador de la curiosidad extrema al tiempo que se ejecuta un movimiento de retroceso mediante la utilización de diversas máscaras de ocultamiento. Expansión y retracción, como el propio pálpito de la energía sexual que surca los insondables agujeros del ser humano allí donde precisamente tiene lugar la pulsión imparable hacia la consecución del soñado goce. El eficaz y experimentado realizador alemán nacionalizado estadounidense ("Quién teme a Virginia Woolf", "El graduado", "Wit") vuelve por tanto a indagar una vez más sobre esos mecanismos del amor más difíciles de detectar a primera vista pero que son los auténticamente responsables de un fenómeno tan verbalmente viciado como es el del enamoramiento. Si algo queda medianamente diáfano tras la visión de este filme es la absoluta irreductibilidad del amor a una pasión más o menos concreta o determinada, y en segundo lugar su fusión dialéctica e irremediable con otros fenómenos afectivos que habitualmente son utilizados de manera errónea para definirlo como contraposición a los mismos. La línea que separa el amor de la posesión, el deseo puramente erótico, el odio, la autosatisfacción perversa, o la simple supervivencia de conservación resulta ser en la mayoría de los casos como mínimo borrosa. Tres momentos cumbre de la película servirían para ejemplificar lo anterior: la confesión de infidelidad de una mejorada Julia Roberts a un soberbio Clive Owen, la seducción del propio Owen a la esquiva stripper encarnada por una más que sexy Natalie Portman, y por último la dolorosa ruptura final entre el guapísimo Jude Law y una crecida Portman. A fin de cuentas, ¿no sería el amor cosa muy distinta de lo que es, o de lo que consideramos que es, si no fuera capaz de englobar y atraer a todas aquellas personas que nada predisponía hacia él? Este sí que es cine prohibido para menores. Decididamente sólo para Adultos.
La semana próxima el Rincón se toma un pequeño descanso y volverá al campo de batalla con renovadas energías. Mi amada y yo trataremos de perdernos durante ese breve lapso temporal por los enigmáticos senderos toledanos...
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