UN HOMBRE SOLITARIO de Brian Koppelman y David Levien (2009)
Interesante indagación sobre el auténtico sentido de la existencia, del triunfo y el fracaso dentro de una sociedad que idolatra el éxito social y económico por encima de otras realidades presentes en las relaciones humanas. Es una lástima que la película no apure al máximo todas sus opciones y se reblandezca en el tramo final, rozando peligrosamente el cliché pero sin caer completamente en él. No obstante, todo el conjunto se sostiene sobre los hombros interpretativos de un gigante, un poderoso MICHAEL DOUGLAS (culminará con la posterior “Behind the candelabra”) que nos atrapa al instante insuflando vida a un personaje áspero y lleno de aristas, un pícaro con motivo que, en un momento muy significativo de su vida, decide traspasar esos falsos límites morales dibujados con cinismo e hipocresía por el mismo sistema que los alienta. Efectivamente, a la historia le faltan arrestos para ser más oscura y contundente, pero no deja de ofrecernos una interesante oportunidad para reflexionar sobre los espinosos temas que aborda: Soledad presente y persistente en los extremos, soledad en el éxito (proyecciones imaginarias de los demás sobre el supuesto triunfador) y en el fracaso (vaciamiento de la mirada del “público”, incluido el privado), mas compañía complaciente en la mediocridad del orden establecido, con las correspondientes transgresiones ocultas y aceptadas dentro, por supuesto, de ese mismo orden. Conviene verla y pensar sobre todo ello, oye. Ciertamente recomendable.
BYZANTIUM de Neil Jordan (2012)
Nuevo fracaso en la aproximación a la enigmática figura del vampiro. Neil Jordan sabe dirigir muy bien, qué duda cabe, y la idea resultaba prometedora, pero todo se malogra cuando entra en escena el cliché, las ansias de romanticismo lírico-cursi, y la necesidad de filmar un desenlace más convencional con la apariencia de no serlo. El desaguisado se consuma y todo sigue igual, a la espera de una nueva propuesta que haga justicia a las terroríficas criaturas de la noche.
SHARKNADO de Anthony C. Ferrante (2013/14)
Si crees haber visto lo peor, lo más execrable y lamentable que puede hacer un equipo de dirección, guionistas y supuestos actores al frente de una producción cinematográfica, es que todavía no has visto “Sharknado” y su infumable, estúpida, ridícula e insoportable secuela. Mi recomendación es que hagas como quien esto escribe: Avance rápido y terminar con el suplicio cuanto antes. Cualquier adjetivo descalificativo que pudiera sugerirte para describir semejante truño se quedaría muy corto. Mala, malísima, peor, pésima, repugnantemente horrible. Hasta el homenaje a “Aterriza como puedas” con que se inicia la segunda entrega, no demasiado difícil de concebir para alguien con un mínimo de imaginación y sentido cómico, resulta insoportablemente cutre y sin atisbo de humor, que obviamente siempre brilla por su ausencia a lo largo y ancho de esta tortura en imágenes. Y no nos vale la típica excusa de la serie Z, o de que se trata de una producción para la “caja tonta” (y que por eso se adaptan completamente al molde); es que la BBC (no, no es la delantera del Madrid) hace cosas para la TV como “Sentido y Sensibilidad” o “Calderero, sastre, soldado, espía”. ¿Comprendido? Si hay suerte, de cara a las próximas entregas algún tiburón se habrá comido de verdad a los gañanes responsables de este atentado contra el cine en cualquiera de sus múltiples y loables manifestaciones. ¿Qué tal un remake a cargo de Michael Bay? ¡¡Él sí podría empeorarlo!!
EL PÁRAMO de Jaime Osorio Márquez (2011)
Potente ejercicio de estilo, sí, claustrofóbica y asfixiante, de acuerdo, pero también epidérmica y estridente, angustiosamente vacía. Con mayor desarrollo, mejores diálogos y una más trabajada complejidad en el diseño y plasmación de situaciones y personajes, estaríamos hablando de una obra mucho más consistente y, por ende, terrorífica. El horror no ha de gritarse siempre hasta el paroxismo, y los matices también han de hacer acto de presencia en los límites de la locura para que la metáfora sociopolítica también funcione. Loable intento del director y guionista colombiano Jaime Osorio Márquez, lo que no deja de ser un interesante estímulo para un más que apetecible remake. ¿Quién se atreve?
NIMPHOMANIAC VOL.I de Lars von Trier (2013)
Si quieres averiguar la relación estrecha entre ninfomanía, la música de Bach, la literatura de Allan Poe y la pesca con mosca, el genio de Lars von Trier te ofrecerá material para que indagues en el misterio y encuentres tus propias soluciones a través de su nuevo experimento en imágenes. No hay sexualidad sin la palabra, el significante articula el Deseo en torno al enigma de La Mujer y el cineasta nos propone un viaje en torno al estructurante vacío. Como todo su cine, absolutamente imprescindible.
LA GRAN BELLEZA de Paolo Sorrentino (2013)
Hermosa, densa, abigarrada, melancólica, poderosa, devastadora, cáustica, y felliniana en el mejor sentido del término, la Obra Maestra de Paolo Sorrentino te golpea el estómago, te conmueve, te conmociona y, en consecuencia, te interpela de una forma brutal para que afrontes también el viaje imaginario de tu vida, de cualquier vida, de la Vida a la Muerte en busca de un sentido doloroso y fugaz que se escabulle como un deslumbrante e inevitable truco de magia. Una de las Grandes Películas y, por ende, creaciones artísticas de los últimos tiempos. Magistral, inolvidable, imprescindible y, por supuesto, memorable.
GRAVITY de Alfonso Cuarón (2013)
Lástima que Cuarón sea capaz de filmar una estimulante película durante 53 minutos y luego lo eche todo a perder ofreciendo un final acomodaticio, sensiblero, plano y, por qué no decirlo, penoso. La factura técnica es impecable, pero eso no basta para rodar algo parecido a una obra maestra, calificativo este que le queda muy grande a una cinta pretenciosa, con ínfulas de grandeza y que se queda solo en eso, en el mero y fallido intento. Clooney es un invitado de lujo y la Bullock brilla solo a ratos, encarnando una metáfora demasiado obvia -amén de resuelta con suma torpeza-, acerca del viaje madurativo que supone el vital descenso desde el aislamiento emocional silente (espacio sin gravedad – vacío existencial) hacia la asunción plena de la pérdida y la propia mortalidad (tierra con gravedad – sentido existencial): Desde la ingravidez protectora y anestesiante del espacio sin oxígeno (falsa seguridad) hasta la gravedad con riesgo y oxigenada de los “pies en la Tierra” (amenazante pero liberadora). Una cosa es la idea y otra muy distinta convertirla en arte. Cuarón, querido, no eres Kubrick, aunque te esfuerces por parecerlo. Un aprobadillo raspado por las molestias.
BORGMAN de Alex van Warmerdam (2013)
En este caso puede decirse eso de que lo que bien empieza mal acaba, ¿o era al revés? Tanto da. Efectivamente, lo que inicialmente resulta inquietante y prometedor deviene en aburrimiento, hastío, hartazgo e insufrible incoherencia solipsista. Para ser autor, amigo director, hay que tener talento, saber reciclar y digerir (más dirigir), amén de ofrecer ritmo y estilo “apropiados al tempo que demanda la narración dentro de su propio universo ficcional”. En fin, que la película pierde interés a medida que avanza, de tropiezo en tropiezo, tan fatua como inane, hasta desembocar en un bostezo acompañado del avance rápido y la sensación de haber perdido un tiempo precioso. Alex van Warmerdam, si te veo te esquivo.
LA ISLA MÍNIMA de Alberto Rodríguez (2014)
Relato sombrío, oscuro, metáfora de la Transición a partir de una investigación policial ubicada en un territorio a la vez real y simbólico, no consigue articular a la perfección todos sus elementos en liza, dejando la sensación de haber podido alcanzar logros semejantes a los conseguidos por la memorable y, esta sí, magistral “Memories of murder” del coreano Bong Joon-ho, cinta que le sirve de referencia y a la que trata de imitar con un éxito relativo, parcial. La cinta se sostiene fundamentalmente sobre los hombros interpretativos de un enorme Javier Gutiérrez, cayendo Raúl Arévalo en cierta contención sobreactuada, imagino que por las limitaciones de un guión que ofrece menos de lo que promete y que el actor trata de compensar a base de silencios y miradas supuestamente codificadas. ¿Buena? Sí. ¿Obra Maestra? Rotundamente no.
THE CANAL de Ivan Kavanagh (2014)
Otras de esas propuestas con interesante comienzo, desigual desarrollo y fatal desenlace, plagado de tópicos desmañados y una esperable sorpresa final. ¡Qué hubiera sido de algunas producciones dizque terroríficas sin el chisporroteo eléctrico de fosforescentes lynchianos! ¡Qué de algunos pretendidos sustos sin la paciencia infinita de los sufridos espectadores que amamos el género! No será de recibo, pues, procrastinar nuestro tan humilde como acertado veredicto para la hórrida criatura: Inane.
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