ESCENARIOS IV

[ESCENA 1] Sobre la incertidumbre. Vivimos en un estado de continua provisionalidad. Nos aferramos a seguridades que solo son artificios o burdas defensas contra el asedio de lo incierto. La única certeza posible es la posibilidad de que mañana se derrumben todas nuestras certezas, incluida ésta.

[ESCENA 2] Sobre los paraísos perdidos. No se puede volver atrás, tan solo recuperar parte del tiempo perdido. Pero todo paraíso perdido lo es no por la realidad que encierra, ya completamente inaccesible desde el presente, sino por la posibilidad que ofrece de construir una felicidad siempre soñada. La infancia es el territorio por excelencia para fabricar el pleno gozo de vivir.

[ESCENA 3] Sobre la ideología en el arte.Huyamos del arte con mensaje pues se trata más bien de propaganda ideológica. Interesa una obra que integre implicaciones políticas formando parte de su propio proceso de construcción, como derivaciones de su estructura sin una búsqueda deliberada.

[ESCENA 4] Sobre la verdadera obra maestra. La verdadera obra maestra es un clásico y, como tal, capaz de adaptarse oportunamente a la sensibilidad de cada tiempo que fue, es o será, y esto independientemente de su reconocimiento popular o por un grupo cultural de élite o ambas cosas al mismo tiempo, incluso manteniendo la propia invisibilidad hasta ser rescatada del olvido. En sí contiene la potencialidad de hablar siempre a todo el mundo. Solo hay que saber escuchar.

[ESCENA 5] Sobre el ser revolucionario. Cualquier revolucionario que se precie no puede sustraerse a la acción violenta. Cuando uno se dedica a demoler todo aquello que una vez le sustentó no tiene más remedio que apuntalar con un nuevo inmovilismo dogmático todo aquello por lo que ha vertido la sangre de culpables e inocentes. Y ahora matará no para destruir sino para conservar. El ciclo se ha cumplido y vuelve a comenzar.

[ESCENA 6] Sobre el individuo emergente. El hombre que emerge de las profundidades de la colectividad está doblemente herido y, por ello, ha de manifestar un doble rechazo que le nace de lo más recóndito de su alma torturada: compensar la que fue  pérdida voluntaria de su libertad irreductible como individuo aislado y descreer radicalmente de cualquier ideología de salvación asentada en la acción grupal. Solo así encuentra la fuerza para continuar adelante.