NO VALEN EXCUSAS. El del sábado fue sobre todo y más allá de las bondades del rival, que firmó uno de los peores partidos que se le recuerdan, un fracaso total del propio Real Madrid, un Madrid atenazado, angustiado, pasado de vueltas, tal vez con una motivación excesiva, que dio síntomas de una enfermedad muy preocupante llamada “Barcelonitis”. Todo comenzó bien, con un gol tempranero de Benzema causado por un fallo clamoroso en el saque de portería impropio de un portero con la calidad que se le viene atribuyendo al arrogante guardameta Valdés. Sea como fuere, el Madrid empezó ganando pero no jugando, y entre ambos equipos firmaron en el Bernabéu una primera parte sosa, aburrida, presa de la tensión táctica, de las prevenciones absurdas, del miedo. Mou jugó al despiste haciendo como si estuviera jugando a lo habitual pero en realidad no era así, el equipo estaba partido y con la defensa muy atrás, provocando la alucinación de ataque con tres hombres más adelantados en una presión inicialmente asfixiante. Se corrió mucho y muy mal. No se tocó la pelota, no se mantuvo entre los pies, no se combinó con criterio, más bien se rifó y se perdió. Y dentro de ese negativo contexto, si no hay fútbol entre estos dos equipos, y a fe que no lo hubo hasta la segunda parte, y aun así muy poco, siempre ganará el conjunto blaugunner. ¿Mala suerte? ¡¡De ninguna manera y bajo ningún concepto!! Cuando uno tiene ocasiones similares a las del contrario puede atribuirse la sonrojante derrota a ese tipo de circunstancias estocásticas, pero cuando el rival te marea y juega mucho más que tú, por escasa que sea su puesta en escena, entonces la suerte no interviene, intervienes tú y tus defectos. Y el principal defecto del Madrid la nefasta noche del sábado fue la ANSIEDAD EXTREMA, bien visible en el buque insignia del equipo, nuestro admirado y querido Cristiano. No debe personalizarse sobre este hombre que tanto ha tirado del equipo cuando lo necesitaba y lo sigue haciendo cada semana, en cada encuentro, siendo siempre generoso en el esfuerzo y brillante en la resolución. ¿Qué sucedió entonces? La obsesión motivada por el “ansia viva” de ganar rápido, con celeridad excesiva, como si anticipando los goles antes de su necesaria cocción y por la vía teóricamente más directa del disparo desde cualquier parte del campo pudiera haber conjurado la amenaza y contraído el tiempo de una manera extrañamente mágica, todo ello provocó un estado anímico donde el futbolista acabó actuando con visión de túnel, anulados los sensores laterales, ni siquiera tomando en consideración un pase franco para haber intentado con mayores probabilidades de éxito un segundo gol que hubiera puesto la situación muy de cara. No lo hizo y mandó el balón a las nubes en un golpeo que, por lo demás, suele terminar entre los tres palos cuando el esférico sale de sus áureas botas. Y paradójicamente o no tanto, cuando el nivel emocional se relajó al dar el partido por perdido, volvió a intentar pases al compañero aun teniendo opciones muy claras de disparo. El mundo al revés. Y así todo y todos. La responsabilidad máxima, pues, hay que achacársela a un mal planteamiento (otro más en estos choques directos) de MOURINHO, que cambia incomprensiblemente su forma de jugar cuando se enfrenta al eterno rival, movido por extraños presagios que le llevan a inventar soluciones que son problemas, obstáculos añadidos para unos jugadores que se hallan en un estado de agitación motora rayando en lo patológico. Lo reitero, ¡¡NO VALEN NI CABEN EXCUSAS PARA JUSTIFICAR ESTA VERGONZOSA Y HUMILLANTE DERROTA!! El Madrid fue víctima principalmente de sí mismo, de sus temores irracionales, en un partido propicio para haber logrado una victoria contundente y balsámica. La problemática de este equipo cuando se enfrenta al waka Brasa es de índole psicológica, una neurosis paralizante que requiere un psicoanálisis urgente tanto a nivel individual (lidiar con los propios fantasmas de éxito y fracaso) como grupal (psicoterapia de grupo para trabajar el bloqueo y ofrecer técnicas de canalización colectiva del conflicto). Luego, por supuesto, está el tema del Fútbol. No necesitó el waka Brasa recurrir a sus habituales estrategias de simulación y combate, y simplemente se limitó a imponer su reconocible estilo de juego. Y ahí también es necesario incidir, porque uno debe creer realmente en lo que hace y no traicionarse porque el contrincante sea específicamente éste o aquel, hay que confiar en lo que se viene haciendo con buenos resultados y apostar por ello más allá de las exigencias del rival, lo cual no significa que no se deba tener en cuenta, y esto lo ejemplifica a la perfección el propio equipo culé cuando, sin renunciar a sus señas de identidad, es capaz de introducir variantes tácticas dentro del mismo partido, la más clara de las cuales fue adelantar al equipo desde el comienzo de la segunda parte. Don Pepinho lo vio claro y movió ficha, dando flexibilidad a su planteamiento pero sin traicionarlo. Pero ¿a qué jugó el Madrid? ¿A correr como pollo sin cabeza tras un espejismo que se desvaneció entre un maraña de tumultos, confusiones y urgencias? ¿A desplegar un esfuerzo físico inmenso confundiendo la intensidad en el juego con renunciar a la fabricación del mismo en el ilusorio convencimiento de que esa aceleración extrema conduciría a una victoria segura? Craso error. El efecto fue justamente el contrario, la contrapartida de una trama de victoria transfigurada en otra de desasosiego y caída, sin atisbo alguno de redención. Una mala narrativa con héroes desfigurados por la torva mirada del Hacedor, un pelotón desorientado disparando en todas direcciones al haber caído en las redes del miedo, incapaces todos sus integrantes de ubicar la posición real del enemigo, porque ese enemigo nacía principalmente de su interior.
¿El futuro? De nuevo muy incierto. Es preciso ganar en Sevilla y acabar el año con el liderazgo en el bolsillo, eso tranquilizaría mucho los ánimos pero desde luego no traería solaz al preocupado entorno merengue. Hay que continuar la búsqueda en pos de una identidad reconocible mediante la aceptación total e incondicional de una Regla muy Básica: NO DESANDAR EL CAMINO RECORRIDO SI ÉSTE DEMUESTRA ESTAR COLOCÁNDONOS EMPÍRICAMENTE EN LA DIRECCIÓN DE LO QUE REALMENTE QUEREMOS SER. El carácter se forja con talento, cierto, pero hace falta que ese talento cristalice en formas reconocibles y predecibles, tanto para los demás como sobre todo y principalmente para uno mismo: esta es la base de la confianza en nuestro propio proyecto respecto a todo aquello que hayamos decidido ser y representar. Mou, toma nota. Deja de lado tu aparente carácter berroqueño y piensa en grande, en amplio, en futuro, porque lo que hiciste el otro día contra el Ajax no sacando a Jesé y sí a un chico portugués al que también representa tu propio agente fue muy poco serio y, desde luego, nada institucional. Todavía me maravilla que no hayas recibido muchas más críticas airadas al respecto. Sería muy recomendable que en el club se hablase con personalidades madridistas tan importantes como Amancio Amaro e Isidoro San José para hacerse una idea aproximada de lo importante que resulta para el aficionado el respeto a tales asuntos. Así que ahora a estudiar y trabajar a nivel psicológico con un grupo de grandes futbolistas al que la proximidad del waka Brasa y su despótico archimandrita le produce gastroenteritis aguda. Preocupante a la par que curable.
¿Más? Que las alegrías han venido nuevamente desde la noble ciudad de Getafe, mientras que las tristezas y amarguras provienen del Rayo y sobre todo del Atlético de Madrid, con Manzano situado en el filo de la navaja, al borde mismo de la destitución. Está claro que este gran equipo requiere medidas de urgencia porque si no se toman con la inmediatez que la gravedad de la situación demanda y requiere, digo, que si se pasan por alto las alarmante señales que está enviando el equipo rojiblanco en todas direcciones las cosas podrían empeorar sensiblemente, haciendo que el hipotético proceso de recuperación sea cada vez más complicado y difícil. Ya se barajan varios nombres como posibles sustitutos del técnico. Y Míchel está libre y esperando la llamada de un buen equipo de la Liga española de Fútbol. ¿Os gustaría que se diera esa estimulante y aparentemente extraña conexión?
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