Inesperada e inaceptable derrota del Real Madrid en territorio getafense. Partido que no cabría calificar de malo, sino de peor, pésimo, horroroso, terrorífico. Sin tensión competitiva, tácticamente desastroso, una derrota merecida y un Madrid que deambuló durante bastantes minutos por el campo como pollo sin cabeza. Todo un desatino que dio al traste con todas las ilusiones depositadas previamente sobre el teóricamente fácil y asequible encuentro.
El partido efectivamente fue desastroso. Pero Mourinho, tras la conclusión del mismo, dispuso su estrategia dialéctica tratando de vincular la dura reprimenda a sus jugadores con el partido disputado contra el Valencia, saltándose deliberadamente el de la Supercopa para no cargar las tintas pero intentando quebrar la dinámica apática e indolente en que parece estar entrando el equipo, o parte de él, de cara a la conquista del título que se disputará el miércoles. Y tiene razón: hay jugadores que no están dando lo que se les exige o, mejor dicho, no están entrando en la línea de competición adecuada exigida por el entrenador, y esa inercia hay que romperla si no queremos ser arrollados por el Barcelona, que por cierto firmó otro partido lamentable contra Osasuna. Habrá reacciones en el vestuario, sin duda, y Mou apuesta muy fuerte porque el grupo se una con rapidez y, enconado, herido en su orgullo, afronte la vuelta de la Supercopa con rabia, mordiendo al rival, sin concesiones y sin ridículos “besitos” en el túnel de vestuarios, convencido de que ha de vencer a toda costa, comprometido con la idea ganadora que está funcionando desde su llegada. Veremos lo que sucede. Pero si esta insufrible e inaceptable languidez no se modifica muy pronto, ya podemos ir preparándonos para lo peor durante este próximo envite culé. Hay que reaccionar con la máxima celeridad lo antes posible.
Pero parémonos por un momento a pensar con detenimiento y preguntémonos acerca de las razones más o menos subyacentes que pudieran estar llevándonos a tan peligrosa coyuntura: Es como si algunos jugadores, la mayor parte, estuvieran haciendo todo lo contrario de lo que quiere su entrenador. Repasemos, pues, algunas claves de la exitosa metodología de Mourinho y tal vez esto nos dé algunas pistas de lo que podría estar sucediendo dentro del atribulado vestuario merengue:
Prioridad del juego colectivo sobre el individual: ahora cada uno trata de hacer la guerra por su cuenta. En el partido de anoche y a partir del empate se vio muy claro.
Correcta ocupación de los espacios: el equipo no está bien situado en el campo y el balón no circula bien a través del juego posicional, así como tampoco se ejerce una correcta presión zonal sobre los conjuntos rivales.
Profundidad y verticalidad: casi no existe, se producen tremendos atascos y hay jugadores como Cristiano que lo están pagando muy caro al no hallar la movilidad suficiente.
Defensa adelantada con líneas muy juntas: Fallos defensivos producto de la descoordinación y falta de concentración generalizada.
Lógico y normal que Mou esté muy preocupado por la situación que atraviesa el grupo y trata en consecuencia de que su equipo reaccione frente a la adversidad lo antes y de la mejor forma posible. Pero también existe un problema, digamos, más de fondo que posiblemente haya hecho explotar a “The Special One” en una rueda de prensa sin precedentes y que nos deja perlas muy significativas para la interpretación analítica. El problema es detectable en la justa del Bernabéu pero se acrecienta y cobra mayor entidad en el encuentro de ida de la Supercopa, donde sus jugadores mostraron una actitud lánguida, relajada, excesivamente blanda y amable, sin tensión, sin mordiente, si la esperada furia. Lo cierto es que las imágenes dentro del túnel de vestuarios no dejan lugar a dudas y resultan verdaderamente preocupantes, desprendiendo para el madridismo un aire mefítico, lo cual quedó palmario y bien corroborado durante el transcurso del partido en el que, curiosamente, el único jugador situado a la postre al margen de las críticas (estuvo perfecto para él) fue el portugués Fábio Coentrão. Mourinho necesita detener con urgencia esa dinámica decadente para evitar que una nueva debacle se cierna sobre su equipo, y de ahí la dura resolución de sus declaraciones destinadas a provocar una transformación dentro de unas inercias que podrían llegar a convertirse en hábitos nocivos. Nos gusta esta medida y aprovechamos para acabar este breve artículo con una de sus frases más celebradas y que suscribimos al completo. Las palabras dicen así:
“Con el Barça no hay que ser simpático; hay que desarmarles desde el primer minuto”.
Apliquense sin más dilación. Y por favor, que comience ya el flamante recién fichaje Luka MODRIC a darle relevos a Özil porque esto se derrumba... y, por desgracia, ¡¡el Madrid sigue de rumba!!
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