Una semana más marcada por el vértigo fulgurante que provoca un estado de felicidad absoluto. Es seguro que existen mil modos para afrontar el logro de la felicidad, sea ésta lo que sea para cada cual, pero asimismo es casi segura su total realidad emocional y psíquica para la persona inundada con su más que perceptible presencia. La realidad se transfigura hacia nuevos campos de significado, las vivencias emocionales adquieren una profundidad inusitada, la sensación de comunión con el entorno particularizado se impone de un modo natural y agradable, el éxtasis embriagador surgido de la fusión plena entre carne y espíritu se produce en medio de una luz abrasadora que prende el corazón para que éste llamee ahuyentando las sombras de la incertidumbre. Con la convicción de que es posible alimentar, cuidar, hacer crecer y mantener este jardín edénico, escucho con extremado deleite los trabajos efectuados por Bach sobre obras de Vivaldi, continúo elevándome unos centímetros sobre el inmaculado pavimento con los sonidos jazzísticos de Prince en su magistral "The Vault", y finalizo en levitación prona con las canciones "From Last Century" del virtuoso vocalista que es George Michael. Mi corazón se estremece al imaginar con eidético poder la expresión majestuosa de ese rostro angelical, de radiante mirada y deliciosa sonrisa, en cuya sola contemplación podría permanecer con arrobo el resto de mi vida. Desvío por un instante imperceptible mi atención y adivino a lo lejos un palpitar luminoso que lucha con denuedo por ser percibido. Me aproximo, lo conozco, he de hacerlo una vez más: PUSH IT:
Agustín Díaz Yanes: Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. Historia dura y sin concesiones la que con acierto narra un inspirado Díaz Yanes, apoyado fundamentalmente en el trabajo de unos intérpretes sencillamente prodigiosos: Federico Luppi en el papel de asesino a sueldo asediado por la culpa metafísica; Pilar Bardem en la piel de una vieja luchadora con la dignidad que otorga el peso del sacrificio, y sobre todo una Victoria Abril magistral, genuina, auténtica, encarnando uno de esos personajes que se graban a fuego en la mente y el corazón, construido desde el dolor extremo que sólo son capaces de soportar los más desheredados de la tierra para poder extraer de él una dignidad con halo redentor. El universo retratado por Yanes está atravesado por una violencia tan descarnada como nihilista, a la espera de una comprensión más profunda desde la ciega praxis del marginado que trata de no sucumbir a esa podredumbre, el fango en el que los pobres ("príncipes que tienen que reconquistar su reino") son aplastados por el poder devorador del dinero, o a partir de una confrontación más existencialista con el peso metafísico de la culpa. Una obra maravillosa que sangra por la herida de su dolorosa lucidez. Muy Buena.
Hayao Miyakazi: El viaje de Chihiro. Esta reconocida y premiadísima cinta (Oso berlinés, Oscar hollywoodiense) es un maravilloso y mágico recorrido por el mundo insondable de la fantasía onírica, pertrechado con virtuosa a la vez que artesanal técnica de animación, más un compendio de elementos orientales arquetípicos que, no obstante, logran fabricar una extraña conexión cognitiva y afectiva con cualquier tipología de espectadores al uso, sin importar edad, procedencia, inteligencia o refinamiento. Como una renovada "Alicia en el país de las maravillas", pero sin su subyugante carga de lógica simbólica, el filme de Miyakazi resulta ser un precioso tesoro que encierra misterios existenciales profundos bajo una superficie de extraordinaria perfección técnica. Agasajos absolutamente merecidos para esta pequeña obra de arte. Muy Buena.
John McTiernan: Depredador (Predator). Un grupo de fuerzas especiales comandado por el hipermusculado Arnold Schwarzenegger se verá sometido a una persecución implacable llevada a cabo por el "demonio de la jungla", el que sale en épocas de mucho calor, el cazador que colecciona hombres como trofeos. La criatura diseñada por Stan Winston se adapta perfectamente a una selva plagada de amenazas e irá aniquilando secuencialmente a todos y cada uno de los miembros componentes de la misión. McTiernan abandona pronto el tufillo fascistoide del comienzo y con acertada celeridad hace virar su historia hacia el enfrentamiento cruento entre el hombre y la bestia, creando una tensión perfecta y filmando algunas secuencias realmente conseguidas. Tal vez no sea nunca programada en el ciclo dirigido por Garci, pero no hay duda de que se trata de un espectáculo brillante capaz de intrigar y entretener con indiscutible solvencia. Muy interesante.
William Wyler: Horizontes de grandeza. Estamos posiblemente ante la mejor interpretación de ese grande entre los grandes llamado Gregory Peck, quien da vida a un personaje que, aun rozando lo platónicamente ideal, presenta la suficiente realidad fáctica como para constituirse por y para siempre en referente insoslayable de aquello que considero modelo de conducta ética deseable: hombre comprometido con la no-violencia que irradia una dignidad capaz de desarmar cualquier provocación de la mezquindad supuestamente valiente, en realidad la cobardía moral disfrazada en una ridícula arrogancia machista. La historia narrada por Wyler, plena de ironía y sentido crítico frente a las manifestaciones grandilocuentes de patrioteros convencidos, tiene la estructura de una tragedia épica de gran calado simbólico y enormes repercusiones éticas y morales, por cuanto el propio Peck se alza como baluarte de la razón en medio de un universo dominado por pasiones irracionales ancladas en el odio y la venganza ancestrales. Simplemente una película imprescindible con clara aplicación existencial y didáctica. Una Obra Maestra en el pleno sentido de la expresión.
José Luis Garci: Historia de un beso. Garci demuestra otra vez más que es un director dotado de una especial sensibilidad para el melodrama sentido y profundo, ahondando con acierto en las heridas dejadas por el paso del tiempo, los sueños perdidos y el inevitable desencanto que, en muchas ocasiones, produce ese sentimiento enigmático y maravilloso llamado Amor. A Él va dedicada principalmente esta hermosísima historia sentimental donde asistimos perplejos a una de las más emotivas y fascinantes declaraciones de amor que se hayan rodado jamás sobre el mágico material del celuloide. Alfredo Landa ofrece una lección magistral e inolvidable cuando desnuda su alma frente a una entregada Ana Fernández. "Te quiero tanto que no sé si habrás notado que últimamente en el mundo ya no queda amor para nadie más". Para Ti. Muy Buena.
Clint Eastwood: Sin Perdón. Veo por n-sima ocasión esta cumbre del séptimo vicio y no puedo dejar de admirarla con más profundidad si cabe: Clint encarna un personaje memorable llamado William Munny, en el pasado despiadado asesino de "cualquier cosa que se moviera o tuviera vida", y que ahora mira de cara a la muerte enfrentado todos sus demonios interiores. Diálogos brillantes, densos, con la solidez absorbida de una época salvaje donde, entonces y ahora, "matar a un hombre es algo muy duro", ya que "le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener". Y es que, en verdad, "todos nos lo hemos buscado". Os remito directamente a mi crítica sobre el filme en predicado.com (confer "Sin Perdón: El imperdonable sendero de la Violencia"). Para los amantes de la hermenéutica analítica, un breve apunte para animar vuestra reflexión al respecto: Kid asesina al segundo agresor mientras defeca y no olvidemos la clara conexión existente entre el poder extremo (digerir la presa), el excremento y el posterior sentimiento de culpa... Como veis, las lecturas que ofrece esta obra maestra son inagotables. Está bien claro: Clásico magistral.
Alfred Hitchcock: 39 escalones. Obra menor (horrible calificativo), que siempre resulta grande, del mago del suspense (esto suena peor) Alfred Hitchcock, en esta ocasión construyendo su particular arte desde su etapa británica más centrada en los hallazgos técnicos que en la solidez de una historia muy previsible y forzada en gran parte del metraje, desigual en interés e intriga, pero excelente para el ensayo de un determinado ritmo narrativo escueto y directo, amén de servir de plataforma ideal para que Hitchcock coloque su mordacidad irónica sobre asuntos que serán recurrentes dentro de su posterior filmografía. Interesa sobremanera el tratamiento que suele aplicar a las conexiones ocultas de la realidad, un complicado entramado de relaciones profundas que determinan las manifestaciones más externas, todo ello traducido en amenazas poderosas sobre individuos aislados que así pueden alcanzar su propia constitución heroica. Siempre Hitchcock. Buena.
Y ya os dejo una semana más, desplazada mi ánima hacia los parciales orígenes mismos del arte griego, periplo minoico y micénico, aterrizando como por arte de magia en la crónica de supervivencia relatada por Flavio Josefo en su "Historia de la guerra contra los judíos", para finalizar con las reflexiones sobre "terror y genes" del brillante pensador que hoy por hoy es Peter Sloterdijk. Y os dejo, embriagado como me hallo por la plenitud insuflada por el huracán de un destino que se me antoja favorable, inescrutable en su proceder, misterioso en su fabricación, pero alentador y propicio en el resultado actual, lugar y momento en que no puedo dejar de caer hechizado bajo los maravillosos efectos de la belleza arrebatadora bajo cuya égida continuaré bebiendo el elixir de la pasión. ¿No es acaso ésta la respuesta sin Verbo al inescrutable enigma del Universo?
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