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Otra semana más embriagado con el aroma que únicamente puede detectarse con determinada disposición anímica, a saber, la recepción total y absoluta de lo múltiple como pura radiación del Ser.

22 may 2003


Otra semana más embriagado con el aroma que únicamente puede detectarse con determinada disposición anímica, a saber, la recepción total y absoluta de lo múltiple como pura radiación del Ser. A lomos de una nube gaseosa, sobre una almadía surcando unas aguas tan metafísicas como cristalinas, hacia una deconstrucción del lenguaje en busca de la fórmula esencial que pueda decirlo Todo, expresarlo Todo en un rotundo y definitivo golpe de sonido, así me dirijo hacia el refinamiento del sonido manifestado por esos músicos excepcionales componentes de Metro, el grupo liderado por Chuck Loeb, en su magnífico Grapevine, para continuar con el mítico disco que dio a George Michael un temporal pasaporte, ológrafo testamento, para el círculo audiomítico, que no es otro que Faith, incomparable, rotundo, soberbio, desenfadado y sensible. Las melodías se entremezclan con su dulce recuerdo y el anhelo, como una muta furiosa y hambrienta, aguijonea mi deseo hasta hacerlo insoportable, provocando sudación, palpitaciones, un estado de ansiedad que sólo habrá de calmarse con la milagrosa medicina de una mirada, un gesto tranquilizador, una caricia o una adivinada y continuamente esperada eterna presencia. La suya. La misma que dispara mi imaginación hacia ese foco luminoso iridiscente capaz de irradiar una energía rítmica de marcado carácter masivo, un cúmulo de puntos de luz bombeados por un corazón nimbado al fondo del túnel, una brillante perla incandescente sobre la que he de posar irremediablemente mi gozo, un pulso que arrebata mis sentidos. Miro al frente y contemplo Expiación de Ian McEwan, no es el momento, aparto la vista y retorno al lugar de donde emana el pálpito vital. Y lo hago una vez más. PUSH IT NOW:

Gonzalo Tapia: Lena. La mafia "narcogallega" le sirve a Marta Larralde (muy pronto la veremos en "Una preciosa puesta de Sol" de Álvaro del Amo) para adentrarse en un universo de violencia crepuscular y oscura donde descubrirá la ausencia de lealtad y compasión en el núcleo mismo de su dura realidad. El desenlace acusa una incomprensible falta de contundencia que, sin embargo, no debe hacer olvidar la atrevida propuesta que el filme supone y presupone. Independiente y Recomendable.

Philippa Collie-Cousins. Happy Now. Thriller con reminiscencias de western moderno o western infiltrado en thriller "ruraloide" o mezcla de ambos géneros interpenetrados (qué gusto), es esta sugerente entrega que bebe del espíritu de "Bonanza" y lo adapta a la búsqueda de justicia dentro de un particular y excéntrico microcosmos ubicado en la profundidad tremosa de un pueblo galés. La magia de carbón y el humor negrísimo también se dan cita en una historia a ratos sorprendente pero que prometía más de lo que finalmente otorga. No obstante, un plato cinematográfico apetecible. Interesante.

Jaime Chávarri. El desencanto. Esta enorme y grandiosa película, definida por su propio director como un melodrama documento o un documental dramático, que cuenta con la producción de esa institución cinematográfica con forma humana que responde al nominativo de Elías Querejeta, no es sólo una concienzuda y acertada indagación acerca del "universo Panero" y su tótem más significativo, el poeta Leopoldo Panero Torbado, nacido en 1909 en Astorga (provincia de León) y extinto en Castrillo de las Piedras, en 1962, ilustre miembro del Instituto de cultura hispánica, secretario general del museo de Arte Contemporáneo de Madrid y director del Instituto español de Londres, amén de polarizado franquista famoso también por su ardiente polémica con Pablo Neruda (el Canto Personal de aquel es réplica al Canto General de éste); no era sólo esto, decía, sino además y por añadidura una profunda, oscura, desencantada, lúcida y deslumbrante reflexión a pie de naturaleza y lenguaje, por así decir, sobre las diferentes configuraciones psíquicas que puede adoptar la novela familiar y sus consecuencias existenciales, patológicas, relacionales sobre la vida de todos y cada uno de sus protagonistas: una red de neurotizantes y psicotizantes círculos viciosos anclados en procesos de poder (simulación, metamorfosis, desenmascaramientos, represión) con repercusiones claramente autodestructivas. Como sucede en cualquier artefacto familiar, algunos de sus miembros funcionan a modo de creadores y registradores de mitos, mientras que otros catalizan las corrientes negativizantes hacia los depositarios definitivos de las patologías más oscuras, aquellas insertas en los propios procesos de (in)comunicación paradójica, sometiendo al chivo expiatorio de semejante constelación viciada, redundante, retroalimentada a través de su propia protervia, a demandas frente a las que le es imposible responder sin ver alterados sus propios esquemas de relación intra e interpersonal. Esto puede exacerbarse hasta los límites que rayan con la locura, un tipo muy particular, la que se vislumbra en el hijo Leopoldo María Panero (Madrid, 1948), auténtico espíritu del filme, centro gravitatorio y núcleo magnético en cuyo derredor giran el resto de personajes cada uno de los cuales acaba adoptando una o varias máscaras-personaje con relación a éste, un hombre devorado por la lucidez extrema de quien se sabe víctima condenada a un sufrimiento sin posible salvación a no ser la que le proporcione ese infierno particular, el goce de la pulsión de muerte actuando a toda máquina, su asunción de la ausencia del operador de la metáfora paterna actuando sobre él, en clara alusión a la ruina intolerable que el Nombre-del-Padre, significante en este caso de brutalidad en el genio de un bebedor empedernido, macho dominante donde se adivinan profundos conflictos de identidad sexual, le ha procurado al hacerle presa de su propio deseo, no operando el necesario corte simbólico, lanzándole hacia una relación eternamente especular con su propia madre, consigo mismo. Y Leopoldo, anulando la iniciativa de Juan Luis quien tratando de ocupar el lugar simbólico del Padre fracasa sin embargo en su propósito de escritor de éxito, escribe y triunfa entre los círculos de intelectuales a pesar de su bizarra y extravagante conducta. Son bestias lanzándose dentelladas sin piedad, entre hermanos, de hermanos a la Madre y al Padre cuya ausencia lo hace continuamente presente, hacia sí mismos. De ahí se fundamenta la obra posterior de Leopoldo caracterizada por la "sordidez y profundidad de las experiencias evocadas, la alianza entre el sarcasmo, el culturalismo y una desgarrada lucidez e investigación de los aspectos más oscuros del ser humano". Huésped habitual de múltiples instituciones psiquiátricas, Contra España y Otro poemas no de amor (1990) pueden constituirse en dos obras muy representativas de su asfixiante y clarividente universo personal. Todo se resume en esta magnífica propuesta que ya se configura por sus propios méritos en una pa(i)saje imprescindible dentro del panorama cinematográfico español y europeo. Una auténtica Obra Maestra.

Robert Longo. Johnny Mnemonic. Infumable bazofia comercial al servicio de Kenau "cara de palo" Reeves en una de las peores interpretaciones, si es que a eso se le puede llamar actuar, que se (le) recuerdan. El tipo se sobrecarga de información, supongo que la misma que le falta a los cerebros de director y guionista, y deambula todo el rato en busca de un estercolero digital donde ciberexcretarla. Uno, como espectador inteligente y sensible que es, termina por vomitar inconteniblemente y sólo espera que en "Matrix Recargada (¿de efectos especiales?)" este limitado actor (excelente por otra parte en "Mi Idaho privado") no vuelva a hacer de las suyas. Sólo la presencia del gran Takeshi Kitano puede justificar la realización de semejante simulación, esta sí, de mediocre realidad virutal, digo virtual. ¿Es el director el mismo Robert Longo que ahora expone en Madrid sus analogías explosivas entre pétalos de rosa y hongos nucleares? Sería verdaderamente increíble. Lamentable.

Alfred Hitchcock: Alarma en el expreso. Sólo el desparpajo creativo y genial del gran Hitchcock hace soportable un filme extraordinario en su primer tercio, precisamente el dedicado a un retrato costumbrista pleno de inteligencia e ironía, y muy prescindible en el resto del metraje, no tanto por su dirección, perfecta, cuanto por una insufrible inverosimilitud contextual, circunstancial y narrativa que se constituye en lastre insalvable para la cinta. Hitchcock confunde libertad creativa con incoherencia tópica y ofrece un resultado desigual firmando un desenlace titubeante y previsible. Sólo interesante.

Llego por fin al pie del escrito, sin anapestos o anfíbracos, esto no es un poema grecolatino, sino más bien la confirmación de la imposibilidad del lenguaje como medio de expresar las auténticas emociones, sea configurándose en torno al género que más os guste, cuando éstas desbordan con su fuerza primigenia los inestables diques impuestos por la contención artificiosa del sentido lingüístico. Aun así el artefacto del lenguaje nos hace humanos, somos humanos porque somos seres de habla, parlamos para poder desear y es porque hablamos por lo cual nos es dado desear, pero hay más que eso. Más allá de sueños kantianos, platónicos, neoplatónicos, derridianos, lacanianos, foucaultianos o marxistas; más allá de creaciones cervantinas, flaubertianas, proustianas, tolstoianas, kafkianas o paneristas; más allá de la sintaxis armadora de sistemas o constructora de ficciones más reales que la propia realidad que trasciende(n); más allá, digo, la pura rotundidad intrínseca de un sentimiento que se impone al alma con la certeza de un silogismo categórico imposible a todas luces de representar. Más allá de la indisoluble superficie fenoménica, sólo Tú. Más allá del interregno entre la sucesión de dos eternos letargos, sólo Tú. Un corazón repujado sobre el metal del destino. Alzado en la noche sobre el opaco trasdós de la cúpula celeste, una nueva configuración vital.

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