El viaje, la aventura y la evolución
Independientemente de si nos planteamos la compra de vino como algo esporádico o como algo habitual y de si estamos empezando o de si somos más o menos expertos, la complejidad de una estrategia de compra es claramente a gusto del consumidor.
Comprar vino es como viajar, algo apasionante y con infinitas posibilidades. Podemos tener un lugar fijo de fin de semana, esos vinos que nos gustan, que se ajustan a nuestras necesidades y posibilidades, que son valores seguros y sobre todo regulares, y también podemos viajar y explorar nuevos caminos, regiones y países lejanos y desconocidos, descubriendo cosas nuevas y evolucionando constantemente.
En concreto, esto es la compra de vino, evolución, ya que el vino es algo vivo, al igual que nosotros mismos. Si tenemos en cuenta las variables que inciden en una estrategia de compra, los miles de vinos puestos a la venta cada año, novedades o no, sus características, tipo, crianza, zona, bodega, precio, la evolución de los vinos en el tiempo, las diferencias entre distintas añadas del mismo vino debidas no sólo a la propia añada si no a la elaboración del mismo y, más importante, nuestra propia evolución, en conocimientos, gustos y, por qué no, presupuesto, las combinaciones posibles son infinitas.
Una estrategia de compra puede ser tan simple como identificar unas pocas marcas y vinos que nos satisfacen y seguir con ellos a largo plazo o ser tan compleja y sofisticada como acabar coleccionando vinos y obtener la mejor bodega del país de verticales de los mejores vinos. Como siempre, en el medio está el equilibrio, en descubrir y entender cuáles son nuestros favoritos, por las razones que sean, y que éstos evolucionen, que la lista de favoritos se amplíe y cambie, en definitiva, evolucione.
El primer consejo, y regla número uno en la compra de vino, es la de obedecer y seguir nuestros gustos, ya que nadie mejor que nosotros sabe cuáles son nuestras preferencias y qué nos da placer. Esto es tan simple y evidente, y por ello a veces se olvida, como contestar, al probar un vino, ¿Me gusta? Sin dar más explicaciones.
En este sentido, es importante introducir el concepto de prueba. La evolución, educación y disfrute de los vinos se basa sobre la prueba de una cada vez mayor diversidad de vinos, al igual que ocurre, por ejemplo, con la buena música o la buena literatura. Cuanto más escuchemos y leamos, más capaces seremos de disfrutar de estos placeres. Obviamente, si siempre escuchamos la misma obra y siempre leemos el mismo libro, difícilmente evolucionaremos, más bien al contrario.
Por ello, es aconsejable introducir una pizca de aventura y riesgo, que nos permita empujarnos a probar cosas más o menos desconocidas que nos ayuden a evolucionar y mejorar nuestros conocimientos y a asegurarnos que, antes de comprar varias cajas de un vino, lo hemos probado y nos satisface.
Hay que probar antes de comprar, independientemente de lo que digan los críticos o nuestros amigos, ya que no hay seguridad de que nos vayan a gustar sus recomendaciones. Indudablemente, estas recomendaciones son extraordinariamente útiles para definir que vinos probamos.
Recordemos que es probable que, en la media, a lo largo del año, no sean tantas las ocasiones que tenemos para probar cosas nuevas, desde luego no cientos, sino probablemente decenas. Por esto, emplear de forma enfocada e informada estas pruebas es importante.
Dos maneras habituales y sencillas de probar son, fuera de casa los restaurantes y en casa, los Club de Vinos.
Una de la mejores ocasiones para probar vinos es sin lugar a dudas en el restaurante, especialmente si la carta de vinos es amplia y claramente la mejor ocasión si el establecimiento cuenta con sumiller. En este sentido, queremos aprovechar la ocasión para hacer hincapié en dos cuestiones básicas.
La primera es la figura del sumiller, tradicionalmente tan poco habitual en nuestro país y que finalmente parece serlo cada vez más. Pero lo que es más importante, el cliente en general se siente cada vez más cómodo recibiendo sus consejos. Nuestro consejo general es el de, si el establecimiento cuenta con sumiller, sin lugar a dudas, hablemos con él y dejémonos asesorar. No tiene por qué salirnos más caro, más bien al contrario, seguro saldremos más satisfechos si hemos sido capaces de expresar nuestros intereses y necesidades contestando de forma sincera a las preguntas del sumiller.
La segunda son los precios de los vinos en algunos restaurantes, cada vez menos por suerte. Si el restaurante es una de las mejores ocasiones para probar un vino, la carta debe tener precios, y márgenes, coherentes con esta idea, que permitan y animen a probar y, en definitiva, que la bodega rote. En este sentido, algunas bodegas deberían hacer más hincapié y prestar más atención, ya que no hay mejor marketing directo, especialmente en un mercado en el que la tendencia a medio plazo es la de consumir cada vez más en casa, que la de fomentar la prueba de sus vinos. Algunas bodegas se preocupan más de si el vino está en la carta de que a qué precios se vende. Por suerte se esta perdiendo la noción entre la restauración y el consumidor, de que en el vino es donde hay margen y donde se gana dinero y cada vez más se enfoca el vino como una pieza integral de la comida, la cocina y la experiencia del cliente en el restaurante.
Por otra parte, los Club de Vinos, siempre que nos den a probar vinos que están en el mercado y no estén elaborados a la medida para el Club, son un servicio extraordinariamente útil, eficiente y eficaz para probar vinos y repetir y consumir aquellos que más nos hayan gustado. La idea básica del servicio es la de recibir en nuestro domicilio, una vez al mes, unas botellas del vino seleccionado.
Quién y cómo realiza la selección es la clave del valor añadido del servicio de un Club. El recibir once veces al año un vino, por debajo de los 15 euros (2.500 pesetas), claramente presentado en todos sus aspectos (ficha de cata, por qué se ha seleccionado, ...), de diversas zonas, que sea novedad o descubrimiento, por el que el equipo de cata que lo ha seleccionado pone su nombre, su reputación, y que sea el resultado, el poso, de catar bastantes miles de vinos al año, deberían ser razones suficientes para que cualquiera que desee probar vinos solicite su adhesión a un club, especialmente si, además, no supone coste alguno.
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